Buscamos en una persona, lo que de alguna manera anhelamos encontrar en nosotros mismos. Idealizamos algo, algo a nuestra medida, algo que nos complete, algo que NO existe. Y así vamos por la vida, mirando alto, pensando e idealizando, perdiendo, ganando, negando y afirmando, queriendo una cosa pero haciendo lo opuesto. Pero tarde nos damos cuenta, que de eso se trata la vida, saber aceptar lo que no puede ser, y no es darse por vencido, si no, entender que no se puede cambiar las cosas. La desilusión pega más, y más fuerte a medida que vamos idealizando y dándonos cuenta, de que es una mentira, de que el príncipe azul no existe, y la princesa puede esperar tranquila con el zapato en la mano, que su príncipe no llegara. Y aunque lo neguemos, lo ocultemos y tratemos de evadir el dilema, todos tenemos algo de ese “Síndrome Del Príncipe Azul”.
Buscamos en una persona, lo que de alguna manera anhelamos encontrar en nosotros mismos. Idealizamos algo, algo a nuestra medida, algo que nos complete, algo que NO existe. Y así vamos por la vida, mirando alto, pensando e idealizando, perdiendo, ganando, negando y afirmando, queriendo una cosa pero haciendo lo opuesto. Pero tarde nos damos cuenta, que de eso se trata la vida, saber aceptar lo que no puede ser, y no es darse por vencido, si no, entender que no se puede cambiar las cosas. La desilusión pega más, y más fuerte a medida que vamos idealizando y dándonos cuenta, de que es una mentira, de que el príncipe azul no existe, y la princesa puede esperar tranquila con el zapato en la mano, que su príncipe no llegara. Y aunque lo neguemos, lo ocultemos y tratemos de evadir el dilema, todos tenemos algo de ese “Síndrome Del Príncipe Azul”.
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